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El oro ilegal fundó una economía paralela en el Parque Nacional Podocarpus

El Parque Nacional Podocarpus fue creado en 1982 y cuenta con 146.280 hectáreas. Es una de las 59 áreas del Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Ecuador, pero la minería ha convertido sus suelos en huecos y túneles en los que mineros ilegales buscan oro.
En 2007, la Unesco declaró la Reserva de Biósfera Podocarpus-El Cóndor. Allí está prohibida cualquier actividad extractiva; sin embargo, la mayor concentración de minería ilegal está en el centro de esta reserva.
Más de 4 mil mineros ilegales sacan oro de socavones que se abren con picos, cinceles y hasta con dinamita. Viven en una economía paralela. Allá no se maneja dinero, sino oro. Oro ilegal. El control ambiental se le fue de las manos al Estado ecuatoriano.

TÍTULO:

El oro ilegal fundó una economía paralela en el Podocarpus

SUMARIO:

En el corazón de este Parque Nacional, entre Zamora y Loja, se levanta una zona habitada por unos 4.000 mineros ilegales que no pagan nada en dólares, sino en gramos de oro. Lavado a pequeña escala. ¿Cómo empezó todo y cómo llegó a este punto?

TEXTO:

Este es un trabajo en alianza entre Ecuador Chequea, La Barra Espaciadora y La Mula, de Perú

‘Dubai chiquito’ está en el sur de Ecuador.
Allí no se usan dólares y todo se compra en gramos de oro. Todo. Con oro de la minería ilegal.
En el corazón del Parque Nacional Podocarpus, que ocupa parte de las provincias de Zamora Chinchipe y Loja, en el suroriente de Ecuador, viven 4 mil personas que extraen oro de manera ilegal que, a su vez, es su moneda de cambio.

30 panes: 1 gramo de oro.
Un paquete de galletas María: 5 décimas de gramo de oro.
Un litro de puntas Siete Pingas (aguardiente artesanal): 1 gramo de oro.
Una caja de chicles: 2 décimas de gramo de oro.
Un paquete de dos horas diarias de internet: 1 gramo de oro al mes.
Un pollo pelado para cocinar: 1 gramo de oro.

En ese lugar se juntan la necesidad y el olvido. La pobreza, el lujo, la fiesta, la familia, el esfuerzo, el miedo, la herencia, el riesgo, la riqueza, la ambición, la droga, el fútbol, la naturaleza, el frío, el mercurio, la dinamita, el sol y el poder.
Todos lo saben, todos callan. O casi todos.
José compartía en su cuenta de Facebook cómo trabajan los mineros ilegales en el corazón de esa área protegida; hasta que sus compañeros le advirtieron que dejara de evidenciarlos. José quiere ser influencer. Claro, José no es su nombre real y él no lo sabe, pero es un documentalista.
―Allá casi no se usa dinero, todo es en oro. Por eso decimos que estamos en ‘Dubai chiquito’.
Lo dice José en un café de la ciudad de Zamora. Son las cinco de la tarde. El reguetón retumba en la mesa, en las sillas, en las paredes de madera. Un auto con vidrios polarizados lo espera afuera durante la entrevista. En la mesa están la grabadora, dos cervezas y un café. José está en rehabilitación por drogas y alcohol hace un año y tres meses.
José pertenece a una segunda generación de mineros. Su padre y sus tíos fueron mineros. Primero trabajaron en Nambija, una gran mina de oro a casi una hora de Zamora, donde hubo un boom de extracción de oro durante los años ochentas y noventas, hasta que el Día de la Madre de 1993, la montaña, vacía por dentro, se desfondó y enterró a más de 200 personas. Pese a ello, dice José, allá también se sigue minando porque el oro es de excelente calidad: de 24 quilates. En otras minas llegan a encontrar de 18.

De acuerdo con la Constitución y la Ley Minera, esta actividad extractiva está completamente prohibida en las zonas protegidas. No obstante, según un reporte del Monitoring of the Andean Amazon Project (MAAP), alrededor de 4.000 personas minan dentro del Podocarpus en 222 campamentos mineros de tres frentes: San Luis, Aida y Tres Camas. En las imágenes satelitales Planet, que usa este proyecto de mapeo, se observan los campamentos como casitas de plástico levantadas entre palos de madera.
Se les conoce como ranchitos. Son carpas de plástico con una cocina a leña, maderas como camas y muchas cobijas. Allí duermen los mineros ilegales. Desde allí vigilan las bocas de sus túneles, donde entran con pico, combo y cincel a golpear la tierra y a hacer socavones de hasta 50 metros de profundidad para extraer pedazos de roca con restos de oro incrustados.
El paquete de leña para cocinar en el ranchito cuesta 1 gramo de oro.
―Yo no tengo rancho, pero voy dondequiera allá en San Luis ―dice José, con la voz confiada del que se siente popular―. Me quedo porque me ayudan y la gente es muy buena. Tengo cobijas. Tengo todo. Tengo amigos que me dicen: “Ven a sacar cualquier cosita”, porque yo tengo suerte para el oro. Donde no hay nada, yo saco, aunque sea 1 gramo.
Un gramo de oro, según el Banco Central, para septiembre de 2023, equivale a 61, 45 dólares. En Zamora, a los mineros ilegales les dan unos 45 dólares.
Con Bad Bunny de fondo, José recuerda con picardía cuando un minero estaba ya botando la arena que quedaba como residuo de un proceso de lavado de roca. José le dijo que le dejara usar esa arena. “Ahí ya no hay nada”, respondió el hombre, riendo, y le cedió esos restos de polvo. José relavó y relavó el polvo. “Y saqué 1 gramo y unas décimas de oro. Mi amigo se quedó loco. Es que yo tengo suerte para el oro”.

¿Cómo se instala una persona en un rancho?
―Allá en el Podocarpus hay espacio para todos ―continúa José―, es cuestión de ubicarse donde uno quiera con tal de que no moleste a los demás. Obviamente, hay que ir preguntando si esa zona o esa esquina donde quiere ponerse ya tiene dueño. Tengo un amigo que recién abrió un pozo arriba que ya ha llegado a tener valor (ya está sacando oro).

José comenzó a minar con su padre cuando tenía 10 años. Con 14 ya iba solo a Nambija o a San Luis y conseguía entre 400 y 500 gramos de oro en 20 días de trabajo, lo equivalente, actualmente, a unos 20.000 dólares.
―Yo bajaba aquí a Zamora y lo que quería era disfrutar con mis amigos. Pagaba todo. Me iba a los cabarets. Yo sólo le preguntaba a la mujer: “¿Cuánto gana usted la noche que mejor le pagan?”. Ella me decía que ganaba, por ejemplo, 3.000 dólares. Bueno, yo le daba 10.000 para que cerrara el lugar sólo para mí y mis amigos.
Su madre le decía que guardara el dinero, que comprara terrenos o casas. Pero, “¿quién piensa eso a los 16 años?”.
José cuenta que el dinero de la minería ilegal no se puede poner fácilmente en instituciones financieras, así que deben gastarlo pronto. José ha tenido casas, terrenos, autos de lujo. Armas y mucho oro. También ha dormido en la calle.
―Entonces esa ha sido mi vida y no me avergüenzo ―se convence, mientras bebe de su taza de café que, merced al calor húmedo de Zamora, no se ha enfriado― Cuando me vi aquí, en Zamora, durmiendo en ese puente con mis dos perros ―José señala el puente que se ve frente al bar―, me dije: debo cambiar de vida.
Dice que el oro de la minería es mal habido y que, así como viene, se va. Que, como en su historia, la mayoría del oro que se extrae en el Parque Nacional Podocarpus se queda allá mismo, entre licor, prostitución y drogas.
José cree que quienes más ganan son los que venden cosas en ese Dubai improvisado. Los dueños de las tiendas y quienes venden drogas y alcohol para soportar el frío de esos 20 días en que los mineros se quedan en sus ranchos sacando oro.
La transacción es la siguiente: hay personas que suben a la zona de la minería ilegal del Podocarpus con víveres, gallinas, leña, medicinas, licor, pan, galletas, ropa, cigarrillos, cobijas, tanques de gas, diésel. Todo lo que puedan necesitar los mineros. También toman pedidos específicos. Estos productos los compran en los almacenes de Zamora, de manera cotidiana, en dólares. Cargados, estos proveedores informales suben con sus productos a ese pueblo ilegal de 4 mil personas.
El transporte también es un negocio.
Hay quienes se dedican a subir todo de Zamora al Podocarpus. Cada 250 libras que carga una mula, por cuatro horas de camino, cuestan 30 dólares. Al cabo de un tiempo, las mulas ya no pueden seguir por lo estrecho del sendero. Entonces, los dueños de las mulas cargan entre 100 y 120 libras durante seis horas más de camino, cada uno cobra 150 dólares más, detalla José. Hasta aquí sirve el dinero.
Arriba, en el Podocarpus, los mineros no tienen dólares, tienen oro. Entonces, los proveedores cobran en oro y cuando bajan de nuevo a Zamora, lo cambian por dólares. José da un ejemplo:
―En dos semanas subiré con un amigo que es nuevo en esto. Él me dice que va a llevar 2 litros de puntas Siete Pingas (en Zamora cada litro vale 3 dólares) y un par de gallinas (cada gallina cuesta 15 dólares) ―José hace los cálculos―; 2 litros de trago son 2 gramos [de oro], 2 gallinas, 2 gramos. Ahí ya tiene 4 gramos, que son alrededor de 180 dólares. Restando la inversión, mi amigo se quedará con 144 dólares. ¡Claro que se gana platita!
Es una especie de lavado de dinero a mínima escala.
En el Podocarpus también hay proveedores de servicios como internet, televisión satelital, salas de billar, bares, y hasta se instaló en un rancho una televisión gigante para mirar los partidos del Mundial del 2022. Todo se paga en oro. El internet cuesta 1 gramo al mes, por dos horas diarias, de 7 a 9 de la noche.
También existen prostíbulos. Los servicios de una trabajadora sexual cuestan 1 gramo de oro.

***
Una semana después de la conversación con José, se llevó a cabo un encuentro regional de minería en Loja. Comuneros de Perú, Ecuador y Bolivia contaron sus experiencias. Hay líneas comunicantes, factores comunes.
Marisol Zinanyuca es una activista peruana contra la minería, oriunda de la provincia de Espinar, en el departamento de Cusco. Marisol contó que desde los años ochenta, cuando llegó la gran minería privada a esa zona, se incrementó la prostitución. “Antes no había nada de eso, ahora los pueblos se llenaron de casas rosadas, discotecas, prostíbulos, donde los mineros bajan a hacer vida social. Muchos vienen de otros lados, sin familia, y quieren tener contacto con mujeres”, cuenta.
Cristian Rusel Vargas, joven líder peruano del departamento de Apurímac, en la zona sur andina de Perú, donde desde 2014 se desarrolla el proyecto aurífero Las Bambas, dice que la minería ha provocado el aumento de los prostíbulos. Si en Ecuador todavía no se entregan las tierras a esta actividad ―advirtió Cristian―, lo mejor sería que la sociedad no lo permita.
Michelle Báez, docente de la Pontificia Universidad Católica, politóloga y especialista en temas mineros, habla de una masculinización del territorio de la minería, que recarga a los hombres de una presión alta que se desfoga en violencia intrafamiliar o en una alta demanda de servicios sexuales, que promueve la trata de personas con estos fines. El informe del Crimen Organizado y la Minería Ilegal de Oro de La Iniciativa Global contra el Crimen Organizado Transnacional confirma las palabras de Báez.

***

José subió más de 31 videos en su cuenta de Facebook. En ellos relataba, casi como en un diario íntimo, la vida de los mineros en la parte alta del Podocarpus. Mostraba cómo entra en la profundidad de las minas hechas con sus propias manos, a punta de golpes de combo.
En otro video, junto con otros dos mineros, esperaba que llegara el señor del pan. Ya tenían listo el gramo de oro para los 30 panes.
En otro post, muestra su rancho y cómo esperan su turno para pulverizar los pedazos de roca que sacan de las minas.
Uno de los videos que más visitas tiene muestra el asentamiento minero de Aida, al lado de San Luis. José está en la parte alta de la montaña, explicando que la cantidad de mineros ha crecido.
En otro video explica cómo funcionan las famosas chanchas.
Las chanchas son unos barriles oxidados, horizontales, de metal, en cuyo interior hay grandes y pesadas bolas de acero. Allí los mineros introducen los pedazos de roca que logran extraer de la tierra. La chancha gira a través de una banda que se mueve con una máquina a diésel, y va pulverizando la roca durante tres o cuatro horas.
―Durante la última hora se agrega dentro de la chancha el mercurio que separa el oro de todo lo demás. Luego, eso sale como polvo y vamos bateando ―cuenta José―, es decir, ponen en unas bateas de madera la roca triturada, la remueven con agua y un poco más de mercurio hasta que el sedimento queda flotando y el oro, que es más pesado, se acumula al fondo.
El servicio de chanchar, entre tres y cuatro horas, cuesta 1 gramo de oro.
―Allá en San Luis están todos bien unidos. Como no hay policías ni Ejército, existe una comitiva bien organizada con su presidente, vicepresidente y tesorero. Todo está coordinado. Ellos resuelven los conflictos ―relata José. El auto con vidrios polarizados sigue estacionado afuera del bar.
A finales de 2022, unas 50 personas llamaron a José y le pidieron que dejara de ponerlos en evidencia publicando esos videos.
―Me acusaron de que estoy “sapeando”, pero esto lo saben todos: las autoridades, la Policía, los militares. Todos sabemos cómo funciona, lo único es que yo lo registro porque me gusta explicar las cosas ―se justifica José. Sin embargo, por precaución, abrió una nueva cuenta de Facebook donde ahora se dedica a publicar videos de ayuda a mendigos.
―Quiero mostrar que la minería no es un trabajo fácil ni para cualquiera. Lo hacemos porque es lo que siempre hemos sabido hacer desde nuestros abuelos. Las condiciones son difíciles.
De acuerdo con un informe de la Fundación Pachamama, fechado en 2021, en Sudamérica existen alrededor de 500.000 mineros artesanales y de pequeña escala. En Ecuador, en 2020, entre 11.500 y 20.000 personas trabajaban de manera directa e indirecta en la minería de oro a pequeña escala. El 10% estaba conformado por mujeres.

***

El bar sigue completamente vacío. La lluvia amazónica reemplaza al interminable set de reguetón.
―El Gobierno prefiere coger la plata, llenarse los bolsillos y darle a una compañía extranjera para que venga, explote y haga lo que le da la gana con el oro, porque nosotros no tenemos dinero para el Gobierno, ¡ese es el problema! Entonces, nosotros hacemos minería a nuestra manera, a lo poquito. Al Gobierno no le conviene eso, entonces dicta reglas. Igual , seguimos luchando, seguimos peleando. En San Luis siempre se ha peleado por eso, por el derecho a minar. ¡Cuántas veces nos han desalojado! Ahora mismo están en esto y nos quieren expulsar de nuevo, pero es igual, pasan unos dos o tres meses y de vuelta la gente sube, porque necesita. Es como el juego del gato y el ratón. Así ha sido siempre, así luchamos.
Según el Escolhas Institute, el 77% del oro que sale del Ecuador es ilegal.
Y una investigación del Departamento Contra la Delincuencia Organizada Transnacional (DDOT) sobre el oro ilícito en Ecuador, establece que los mineros ilegales venden el oro a un precio más bajo que el del mercado a concesiones legales y a procesadoras de oro con permisos de producción que se encuentran cerca de las zonas mineras. La mayoría está en Zaruma, Nambija, Portovelo, las tres al sur del país. Estas, a su vez, hacen lingotes de oro y lo venden de manera oficial al Banco Central o lo exportan al extranjero a través de empresas falsas. Por ejemplo, en 2019 China recibió más del 99% de las exportaciones de oro de Ecuador, cuyo valor oficial fue de 76,6 millones de dólares. Sin embargo, en los registros de importación, China notificó ese mismo año que Ecuador le vendió oro por 339,2 millones de dólares.
Al volver a ver sus videos, José vuelve a reír de sus chistes y sus frases originales. Dice que seguirá minando. ¿Por qué? porque es lo que sabe hacer, porque dice que tiene suerte para encontrar oro, porque no niega que, aunque sea ilegal, se gana bastante. Dice que eso y hacer videos es lo que quiere hacer el resto de sus días. Que ya ha jugado demasiado a la ruleta rusa. Ha cometido errores, como perder todo el dinero que ganaba en la minería en drogas y alcohol, envolverse desde joven en la violencia que acarrea toda actividad ilegal y que, ahora sólo quiere hacer bien las cosas con lo único y lo mejor que sabe hacer según él: minar.

¿Qué dice el Estado?

La minería está ligada a otros delitos, como la trata de personas. La violencia de género atraviesa esta cotidianidad.
Llegar a este lugar toma horas de caminatas por un peligroso peñón. A través de imágenes satelitales, se detectaron los tres frentes mineros dentro del Podocarpus. Ahí se han afectado 24,8 hectáreas de bosque, de acuerdo con el proyecto MAAP ―una superficie similar a 35 canchas de fútbol profesional―, tan sólo entre 2019 y 2021.
Los mineros ilegales provienen, en su mayoría, de la misma ciudad de Zamora, aunque últimamente también han llegado personas desde las provincias de Napo e Imbabura, e incluso desde Colombia, Perú y Venezuela.
El Ministerio del Ambiente envió un e-mail a esta alianza periodística en el que aseguró que el operativo interinstitucional más grande de desalojo que tuvo lugar en esta zona se realizó en 2010 y que, actualmente, “debido a que el ingreso del personal a los sitios de minería ilegal se ven imposibilitado para resguardar su integridad, no se han dado procesos judiciales”.
La entidad también confirmó que, a partir de 2010, se hicieron 8 inspecciones más desde lugares cercanos a las zonas mineras, donde los funcionarios estuviesen en seguridad, para mirar las afectaciones ambientales, pero que los controles se han visto limitados debido “a la violencia por parte de los mineros ilegales hacia nuestro personal de guardaparques”.
No respondió si existen grupos criminales involucrados o hacia dónde va el oro que sale del área protegida.

Un queso gruyere envenenado

Pedro (nombre protegido) ha vivido siempre en Zamora Chinchipe. Todos lo conocen y él conoce a todos. Hizo un par de denuncias hace 10 años sobre lo ocurrido en el Podocarpus y, en general, en la provincia. La extensión minera en esta jurisdicción representa el 67% de la minería que se practica en toda la Amazonía ecuatoriana, según el mapeo de la iniciativa MapBiomas Ecuador. La mayor parte de ella es ilegal. A Pedro le amenazaron de muerte y, desde entonces, prefirió bajar su perfil.
Pedro sabe de memoria los nombres de todos los gobernadores, prefectos, presidentes comunitarios. Tiene muchos amigos mineros y siempre cita a sus fuentes. El amigo de un amigo suyo tiene más de diez chanchas en San Luis; su hermana, siete; y su primo, cinco. El amigo de un amigo le confesó que con su trabajo como minero en otra zona de esa provincia ganó más de 3 millones de dólares.
―Aquí casi todo el mundo es minero. Yo tuve la oportunidad de estudiar y luego tener un trabajo estable; pero, si tuviera a mis hijos descalzos, sin comida, sin educación, tal vez sería un minero más, confiesa Pedro durante una tarde calurosa en otro restaurante de Zamora.
Pedro asegura que uno de los problemas es que “Ecuador se acaba en Cuenca, de ahí para abajo, nosotros somos la periferia de la periferia. Lo que pasa al sur ya ni se llega a saber en Quito”. Y que, aunque desde la pandemia la minería ilegal se disparó, ninguna autoridad hace nada.
Pedro recuerda que alguna vez se encontraron más de 600 máquinas retroexcavadoras en toda la provincia para sacar oro aluvial. Asegura que hay municipios que cobran por la entrada de cada máquina a sus terrenos. También por la instalación de cada zeta. La zeta es una especie de torre de metal en forma de Z en la que se clasifican los minerales. Ahí se los separa del oro en la minería de ríos.
Esto coincide con la versión de José. En Ecuador se usa mucho mercurio en la extracción de oro, a pesar de que la Ley Minera lo prohíbe desde 2015. Ecuador fue en 2013, el cuarto país que más mercurio emanó en Latinoamérica. Sin embargo, no hay prohibición que valga. En Zamora Chinchipe se puede encontrar mercurio con facilidad. Luego de ser usado para recuperar el oro en estado más puro, ese mercurio se desecha junto con el agua del relave y va a los ríos y fuentes de agua.
La exposición al mercurio, a través del agua, de los peces o de manera directa (así sea en mínimas cantidades) puede causar problemas en la salud afectando el sistema nervioso e inmunitarios, piel, riñones con consecuencia que pueden resultar fatales. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, la inhalación de este metal puede, además, causar temblores, pérdida de la memoria, daños neuromusculares.
Una investigación publicada en el diario Expreso, reveló que en 2016, 50 toneladas de mercurio se liberan al ambiente en Ecuador cada año. La Organización Mundial de la Salud lo incluye entre las 10 sustancias más peligrosas para la vida humana.
En Bolivia, la minería contaminó varios ríos con estos metales pesados, durante décadas. Sucedió con las cuatro comunidades de Tacana II. Rolan Mejía es el presidente de la central de cuatro comunidades que han demandado 346 mil hectáreas como sus tierras ancestrales donde tienen ríos que fueron contaminados con minería que utilizó mercurio. Los comuneros quisieron implementar un proyecto de una planta procesadora de productos y carne de pescado (paiche). Invirtieron miles de dólares para levantar la planta semiindustrial. Cuando estaba todo listo, hicieron un análisis y los peces estaban con más cantidad de mercurio de lo permisible. Eso echó abajo todo el proyecto comunitario.

La madre y la hermana de la peruana Marisol Zinanyuca tienen metales pesados en su cuerpo. Los exámenes de laboratorio revelan la presencia de cadmio, mercurio, arsénico y plomo. En 2013, luego de que el Ministerio del Ambiente de Perú diera a conocer los resultados del Monitoreo Sanitario y Ambiental Participativo, estos niveles de contaminación se confirmaron. Recientemente, en 2021, Amnistía Internacional presentó otro informe en el que se revelan altos niveles de arsénico, plomo, mercurio, cadmio y manganeso en 117 personas, de una muestra de 150, tomada en Espinar.
Créditos fotos: Marisol Zinanyuca

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), cada año se emiten a la atmósfera entre 5.500 y 8.900 toneladas de mercurio. Sólo el 10% es generado de forma natural. El 90% de las emisiones es consecuencia de la actividad humana, principalmente de la minería de oro artesanal en pequeña escala.
Pedro cuenta que armar una chancha en San Luis, de vuelta al Podocarpus, cuesta alrededor de 2.500 dólares. Incluye el transporte en mula y la armada de la maquinaria en el campamento minero. La ganancia puede alcanzar alrededor de 15.000 dólares cada 20 días.
Dentro de las chanchas se vierte el mercurio que no es tratado, y luego va directamente al suelo y se extiende hacia los ríos, igual que otros productos, como la gasolina.
El diésel también es transportado en mulas hacia San Luis. Lo compran en las gasolineras y lo venden al doble del precio original.
Pedro está convencido de que, de todo el oro que se produce en Zamora, nada se queda ahí. El consumo de alcohol es muy alto y la gente no sabe qué hacer con tanto dinero, tanto que, al final, lo despilfarra.
El reconocido historiador lojano Galo Ramón explicó, en la Cumbre Regional de Minería, en Loja, que ancestralmente, el oro tenía una dimensión ritual y de ostentación para los pueblos de esta región. El método de extracción era artesanal, sin mercurio, y se utilizaban las pepitas de oro de los ríos. En 1580 se comenzó a usar mercurio.
Para Ramón, Loja y Zamora nunca pudieron jugar un papel de abastecedor de mano de obra ni de alimento de las mineras coloniales. A Zaruma ―otro poblado minero del sur de Ecuador― llegaron personas de otras partes del país. Actualmente, pasa lo mismo en Zamora.
El historiador asegura que las dos grandes mineras a gran escala que se encuentran actualmente operativas en el sur del Ecuador, Mirador y Fruta del Norte, cuentan con técnicos extranjeros y que, de Zamora Chinchipe sólo contratan mano de obra barata “para los puestos bajos”, como servicios de seguridad, limpieza y el trabajo directo en las minas. Que no consumen productos locales y que hasta los servicios de catering llegan de fuera, “por lo que no es de extrañarse que muchos zamoranos piensen que me sale mejor ser minero”, concluye.

Pink Floyd, cartas escritas a mano y la presión social antes de las redes sociales

¿Cómo llegaron más de 4.000 personas a minar en un área protegida? ¿Cómo todo se salió de control?
Cinco años después de que se declarara el Podocarpus como parque nacional, el Estado entregó una concesión minera a Ecuanor, empresa de capital holandés, y luego a la inglesa Río Tinto Zinc, para exploración y explotación minera dentro del área protegida.
En paralelo, en los ochenta se iniciaron los primeros movimientos ambientalistas en Loja. Los jóvenes integrantes de un grupo llamado Arcoíris escuchaban música y hablaban del cuidado de la naturaleza. Arturo Jiménez y Fausto López, fundadores de Arcoíris iniciaron una campaña en contra de la minería en el Podocarpus. Empezaron recolectando firmas.

El bar de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL) está repleto de estudiantes con sus computadoras y celulares. Arturo, un hombre alto, sonriente, afable, recuerda entre ese bullicio que cuando tenía la edad de esos jóvenes también creía en cambiar el mundo. Fue entonces que se unió a la iniciativa de López de juntar peticiones firmadas y cartas para pedir que detuvieran el proceso de exploración minera antes de que fuera tarde.
Fausto López solía ir a Quito para visitar a unos amigos abogados. En uno de esos encuentros les habló de su intención de recolectar firmas y ellos le ofrecieron ayuda. Así fue que la Corporación de Defensa por la Vida (Cordavi) presentó, en 1991, a nombre de Arcoíris, una demanda ante el extinto Tribunal de Garantías Constitucionales, en la que exigía el respeto al “derecho a vivir en un ambiente libre de contaminación” y que libere de minería el Parque Nacional Podocarpus. Además, denunciaron que estaban prohibidas las actividades extractivas en las áreas protegidas.
Fausto recuerda, sonriente, esas épocas. Su foto de perfil es de Pink Floyd. “Comenzamos a hacer hojas volantes y exhibiciones con el resumen de la importancia ecológica del Podocarpus y sus amenazas debido a la minería. Hicimos marchas estudiantiles. Vinieron algunos alumnos de intercambio y se regó la noticia por otros países”.
Corrían los años noventa. En otra de sus visitas a Quito, junto con sus amigos de Cordavi, entregó varias cartas de apoyo para revertir la concesión minera en el Podocarpus. “Yo andaba con un jean y una camiseta de Pink Floyd; no pensé que íbamos a tener tanta acogida. Enseguida me llamaron de medios como el diario Hoy, Expreso, a preguntarme sobre la campaña que promovía la Fundación Arcoíris”, relata.
Para ese tiempo, Arcoíris no tenía personería jurídica. Sin embargo, la presión pública fue tan fuerte que durante los dos años que duró el proceso de demanda en contra del Estado por incumplir su obligación de cuidar las áreas protegidas, obtuvieron su reconocimiento como oenegé.
Después, llegaron cientos de cartas al Tribunal de Garantías Constitucionales, en Quito, desde Canadá y Estados Unidos; un grupo de científicos de Alemania, estudiantes de Inglaterra, oenegés internacionales; la lucha de Arcoíris se replicó en revistas y artículos de Noruega.
“La presión fue harta”, recuerda Arturo. Al final, el 12 de marzo de 1993, el Tribunal de Garantías Constitucionales dio la razón a Arcoíris. Meses antes, las mineras habían elegido irse del país.
Pero el problema estaba lejos de terminar. Durante los años en los que las empresas extranjeras hicieron exploración, detectaron la cantidad de oro que había en el corazón del Podocarpus y comenzaron a capacitar a algunos habitantes locales.
Luego de la partida de la empresa minera Ecuanor, en el Parque Nacional Podocarpus tuvo lugar la más importante invasión minera. Ocurrió en 1993. Alrededor de 800 mineros que quedaron desempleados y los zamoranos que heredaron el conocimiento sobre minería decidieron minar, a pico y pala, y sacar oro por su cuenta para hacer su propio dinero. La primera invasión de mineros ilegales había ocurrido sólo cuatro años antes, en 1988, justamente mientras se llevaba a cabo la exploración, pero fueron rápidamente desalojados. Esta vez, la recientemente creada Fundación Arcoíris y 26 organizaciones más levantaron el Comité Interinstitucional para la Defensa del Parque Nacional Podocarpus y lograron un acuerdo pacífico para evitar las invasiones. La Asociación de Pequeños Mineros Autónomos de San Luis cumplió con su promesa de no invadir el parque ecológico y, a cambio, la Dirección Nacional de Minería (Dinami) les entregaría una concesión de 1.200 hectáreas fuera del área protegida. Además, el Instituto Ecuatoriano Forestal y de Áreas Naturales y de Vida Silvestre (Inefan) archivaría el juicio contra algunos mineros sindicalistas.

Pero el oro siguió llamando. Surgieron otros grupos mineros que querían tomarse el Podocarpus, como la Asociación de Mineros Centinela del Ecuador y la Cooperativa San Luis. Con estos grupos también hubo intentos de invasión y nuevas negociaciones. Todos los mineros irían a esa zona llamada Éxodo 1, en la provincia vecina de Morona Santiago, donde podrían trabajar en lugares específicos. Pero esto nunca se dio. Más bien llegó el conflicto bélico con Perú y los militares dejaron descuidada para siempre la empinada entrada de más de 12 horas para subir a la parte más alta del Podocarpus, donde hasta hoy ascienden mineros, mulas, cargadores, señores que venden pan, agua, pollos, drogas, alcohol, cobijas, diésel, mesas de billar, sillas, televisores.

Los guardaparques

“¿Qué podemos hacer nosotros? Somos apenas 33”, dice uno de los guardaparques con un dejo lastimero, mientras recibe a un grupo de turistas en la cabaña de la entrada del Parque Nacional Podocarpus. Está en la zona baja, donde no se ve nada, donde la lluvia limpia las culpas y el olvido. El abandono.
A pesar de que trabaja más de diez años aquí, informa, con la misma pasión: “En el Parque Nacional Podocarpus existen 629 aves. Hay mucho colibrí porque la coloración de las flores es especial. En 1998 se descubrió una especie de pájaro que es único en el mundo. También hay tangaras, tucanes, pavos de monte. No cerramos durante todo el año. Existen entre 3.000 y 4.000 especies de plantas. Remanentes de Cinchona officinalis, conocida como la cascarilla, la planta que sirve para curar el paludismo y la malaria. En la época de la Colonia se tumbaron árboles de cascarillas, que son familia del café. La cascarilla es la planta nacional de Ecuador y se encuentra en la bandera de Perú [donde al árbol se le conoce como quina]. Tienen de 800 a 1.000 años de edad, 35 a 40 metros de altura, 2,5 a 4 metros de diámetro. En el Podocarpus, 23 mil hectáreas están consideradas como sitio Ramsar. Hay 105 lagunas”.
Toda esta biodiversidad corre peligro.
Pero luego, mientras caminamos bajo la copiosa lluvia que nos permite hablar en secreto sobre lo que todos saben y todos callan, el guardaparque confiesa su impotencia.
―Así vayamos los 33 guardaparques, no somos nada para las casi 4 mil personas que minan ―dice, ya sin el ánimo del guía experimentado.
―¿Cuál es la situación actual?
―Esto se riega como una pólvora. Nos han amenazado de muerte. Se nos sale de las manos. Verificamos, hasta llegamos a ver de lejos. Avisamos, pero nada más. Acá se nos vino la gente de Buenos Aires, la “ciudad de plástico” ―cuenta, refiriéndose a la zona de la provincia de Imbabura, donde operan grupos de minería ilegal relacionados con bandas criminales y donde el Estado tampoco ha podido ejercer control.
En Buenos Aires, existen minas de túnel que fueron desalojadas por la Policía en un gran operativo realizado en 2019, que identificó a más de 5 mil mineros ilegales. A pesar de esos controles aislados, a finales de 2022 funcionarios del Ministerio de Energía y Minas confirmaron que los mineros ilegales habían regresado a la “ciudad de plástico”. Presumen que la banda delictiva Los Lobos estaría detrás de esta actividad ilegal.
―Arriba hay grupos de delincuencia organizada ―confirma el guardaparques, volviendo al Podocarpus―, yo participé en tres desalojos, en 2012. Siempre vuelven. Durante la pandemia se incrementó. En San Luis hay trata de personas, prostitución. Nos han comentado que un grupo de cinco personas saca entre 400 y 500 gramos de oro cada 15 días. Que abren el bosque por túneles. Que la minería es 100% artesanal, que no hay control de nada.
Se acercan otros turistas y vuelven las cifras suaves: Podocarpus recibe 8 mil personas al año y es una de las 59 áreas protegidas del país. Allí habitan osos de anteojos.

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“Esto es igual que el tráfico de droga, pero con oro”, dijo José esa tarde en el café de Zamora. Aseguró que hay personas específicas a las que hay que vender el oro y que les dan el dinero en efectivo, nadie pone en los bancos porque saben que es una actividad ilegal. Saben que están lavando dinero a través del oro: a lo grande, sacando 500 gramos por semana; o en consumos mínimos, como las dulces galletas María.
Aun así, con gestos de pesar, José también dijo que hay rumores de que el crimen organizado estaría entrando al Parque Nacional Podocarpus.
La lluvia nunca paró en Zamora. Cuando llueve es peligroso. La boca de mina se humedece y la tierra se suaviza. “Siempre orando hay que entrar porque cualquier rato se cae la peña encima y nos aplasta, nos mata. Siempre hay riesgos, pero la muerte sorprende a uno donde sea. Si es de morir aplastado ahí, pues ahí se debe quedar uno. Nunca sabemos dónde vamos a morir”.